Tal vez no lo hemos notado, pero podemos estar teniendo intercambios comunicativos que nos alejan de nuestro estado natural de compasión. Estos intercambios pueden estar motivados por juicios moralistas; el clasificar la vida en dos cajas "lo bueno" y "lo malo".
Los juicios moralistas pueden llevarnos a comunicarnos usando adjetivos como "inteligente", "bruto", "perfecto", "genial", "bueno para nada", a culpar o culparnos, a usar insultos, etiquetar a las personas y etiquetarnos, hablar desde la crítica, las comparaciones y en general diagnosticar a los que nos rodean y a nosotr@s mism@s.
Estas formar nos llevan a vivir en el miedo, la culpa y la vergüenza y estas pueden llevarnos al resentimiento, la baja autoestima, el egoísmo y la depresión. Vivir así nos aleja de nuestro estado natural de compasión. Vivimos en defensa o resistencia.
Los juicios de valor son distintos a los juicios moralistas, podemos observar nuestros juicios y llevar nuestra atención a lo que preferimos o no relacionado a nuestras necesidades. Es decir en lugar de decir Camilo es un bueno para nada, podemos llevar nuestra atención a qué es lo que realmente no nos gusta de las acciones o actitudes de Camilo. Tal vez, necesitamos apoyo, compañía, escucha, comunicación y, desde ahí, podemos tener conversaciones donde nos podemos enfocar y expresar desde lo que es importante para nosotr@s, lo que queremos cuidar, en lugar de hacerlo desde el juicio.
¿Y por qué es queremos volver a maneras de comunicarnos que nos acerquen al estado natural de compasión? Porque el lenguaje alejado de este estado puede llevarnos a la violencia.
Negar nuestra responsabilidad sobre nuestros pensamientos, sentimientos y acciones incrementa la violencia, es como si la causa estuviera afuera y no tuviéramos poder personal.
Pero tenemos opciones, conectarnos o mejor dicho auto-conectarnos, tener una relación más intencional y consciente con nuestros pensamientos y sentimientos nos lleva a poder llevar la atención donde hay opciones y elegir un lenguaje que reconoce nuestras elecciones.
Qué tal si empezamos a cambiar el "yo tengo que..." por el "yo elijo porque quiero..."
Empezar a notar que nos desconecta de los demás, que nos desconecta de nosotr@s mism@s, notar cuando la comunicación alimenta la relación y cuando la deja seca. Más allá de una manera específica de comunicarnos, queremos notar cuando nos alejamos de nuestro estado natural de compasión, que nos estamos diciendo que hace que el corazón se cierre, sincerarnos con nosotr@s mism@s y desde ahí comunicarnos, esto puede implicar vulnerarse y abrir conversaciones incómodas pero transformadoras.
CP.
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